Una de las primeras acciones en la Guerra Civil de 1891 tuvo
lugar en Alto Hospicio el 23 de enero de 1891, lugar donde se
enfrentaron las fuerzas gobiernistas comandadas por el
Teniente Coronel Marco Valenzuela contra los congresistas o
revolucionarios al mando del Coronel Estanislao del Canto
Arteaga, que por lo singular de sus combates, los cronistas
la bautizaron como “la Batalla de los Abrazos”.

Cabe consignar que al estallar la Guerra Civil de 1891, la
Escuadra insurrecta al mando de Jorge Montt Álvarez se
dirigió al norte a tomar posesión de la zona salitrera, la
más rica del país, iniciándose así la Campaña del Norte. De
esta manera, el día19 de enero la Guarnición de Pisagua
adhirió a la causa del Congreso incorporando tropa, cañones y
dinero al ejército congresista, quedando este al mando del
Coronel del Canto.

Entonces Manuel Salinas González, Intendente de Iquique en
conociendo este hecho, dispuso el envío de un destacamento al
mando del Teniente Coronel Valenzuela, para recuperar la
plaza, lo que produjo un encuentro con las tropas
congresistas en la oficina salitrera de Cruz de Zapiga.

Así, el día 21 de enero ambas fuerzas se enfrentaron por
primera vez, en el Combate de Zapiga, que sólo duró media
hora, en el cual no participó la caballería gobiernista y los
congresistas se retiraron a Pisagua ante el empuje de los
adversarios, mientras que las tropas presidenciales se
marcharon a Negreiros.

Luego y una vez reforzadas las tropas gobiernistas con un
total de 400 hombres se dividió en dos columnas; una que se
desplegó a Alto de Hospicio y la otra que prosiguió por el
ferrocarril para llegar a las alturas que dominan Pisagua por
el sur. Por su lado las fuerzas congresistas contaron con 221
hombres y se instalaron frente a la columna presidencial.

Entonces se produjo un combate sin definición, que finalizó
cuando los presidenciales, agotadas las municiones, hicieron
señales de rendirse. Pero los vencedores, en vez de
desarmarlos, y creyéndolos sinceramente pasados al bando de
la revolución, fraternizaron con ellos. Sin embargo,
repentinamente, y aprovechando un descuido, la tropa
gobiernista tomó sus armas y desarmó a los congresistas.

Muchos de los revolucionarios lograron escapar hacia el
puerto, donde se reembarcaron; entre ellos se encontraba el
Coronel del Canto, quien sabía que su cabeza tenía un precio.
Mientras tanto, la columna victoriosa avanzó con los
prisioneros hacia Pisagua. Pero las sorpresas de ese día no
terminó ahí.

El pueblo de Pisagua, que estaba por la revolución, creyendo
que los gobiernistas venían derrotados, se precipitó en masa
hacia las tropas que entraban, y al darse cuenta de la
verdadera situación, desarmaron a los vencedores a fuerza de
puño y los hicieron prisioneros.

La situación no se estabilizó ahí, ya que los congresistas
conociendo que las fuerzas de los gobiernistas estaban
intactas y la situación de los revolucionarios era
insostenible, resolvieron evacuar la plaza el día 26 de
enero, sin nuevo combate.

Por somosfutrono

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