En la madrugada del 27 de febrero de 1811 falleció en la
ciudad de Santiago el Presidente de la Primera Junta de
Gobierno, Mateo de Toro y Zambrano Ureta, a la edad de 83
años, conocido como El Conde de la Conquista. El oficio
religioso se efectuó en el templo de La Merced, siendo
sepultado con los honores militares y civiles
correspondientes, junto a su esposa, fallecida un mes antes.

Cabe consignar que Toro y Zambrano tuvo una carrera
brillante en el ejército, en la administración y un notable
éxito en los negocios, que lo llevaron a tener una de las
fortunas más importantes del país. Todo esto lo logró por
méritos propios, como por sus enlaces familiares, ya que
quedó huérfano de padre a muy temprana edad.

Posteriormente, al retirarse del ejército a los 73 años de
edad, con el grado de General de Milicias, solicitó como
compensación de sus servicios que se le concediera el grado
de Brigadier de Ejército, solicitud que le fue rechazada en
esa oportunidad, siéndole concedida ocho años más tarde en
1809, por la Corona.

En la administración pública se desempeñó como Gobernador de
la Serena, siendo designado en este cargo en 1750, cuando
tenía 23 años de edad. Once años más tarde fue elegido
Alcalde ordinario de Santiago y en 1763 Corregidor. En esa
época contribuyó con su fortuna personal a la construcción de
un hospital. Luego, a los 45 años de edad, en 1772 fue
nombrado Superintendente de la Casa de Moneda.

Uno de los hechos notables como Corregidor de Santiago fue
en 1769 cuando se produjo una sublevación indígena en la
frontera de Arauco. Entonces Toro y Zambrano rápidamente
organizó el envío de armas, municiones y víveres de todo
tipo, y habilitó con su propio dinero, una compañía de
caballería que se encargó de vigilar los pasos cordilleranos
cercanos a Santiago. Al año siguiente, el rey Carlos III, le
concedió a él y a sus herederos el título de “Conde de la
Conquista”.

Entre sus bienes personales se pueden mencionar: la actual
Casa Colorada, declarada monumento nacional en 1960, y el
Parque Callejones, cerca de Graneros, que anteriormente, en
el siglo XVII, perteneció a Catalina de los Ríos y
Lisperguer, conocida por la historia como la “Quintrala”.

Pero cuando Toro y Zambrano alcanzó los 80 años, España fue
invadida por las fuerzas napoleónicas y hecho prisionero el
rey Fernando VII, razón por la cual, la Madre Patria se
comenzó a organizar formando distintas juntas de Gobierno en
los pueblos y ciudades, que en 1809 se reunieron en la Junta
Central, la que se radicó en Sevilla.

Esta gobernó hasta principios de 1810, cuando se disolvió
debido al avance de las tropas francesas, no sin antes
traspasar el poder al Consejo de Regencia y convocar a las
cortes extraordinarias que se reunirían en Cádiz.

En Chile, toda esta situación se vio agravada con los
desaciertos y arbitrariedades cometidas por el Gobernador
Francisco Antonio García Carrasco Díaz, quien se ganó el
rechazo del Cabildo y de la aristocracia de Santiago. La
presión sobre el Gobernador fue enorme y este, finalmente, se
vio obligado a renunciar el 16 de julio de 1810.

Entonces y de acuerdo a la Real Cédula de 1806, que
establecía que en ausencia de un Gobernador designado, el
cargo debía ser asumido por el militar más antiguo con un
grado igual o superior al de Coronel. Así, Toro y Zambrano
fue nombrado en el cargo por ser el militar más antiguo que
ostentaba el grado de Brigadier de Ejército.

La situación en el país era compleja y la opinión se dividió
entre los que deseaban continuar solo con el nuevo Gobernador
y otros que querían establecer una Junta de Gobierno que
administrara los territorios del rey mientras éste se
encontrara en cautiverio, opinión que era especialmente
defendida por el Cabildo de Santiago.

Entre tanto llegó la noticia que en Buenos Aires se había
instalado la Junta de Gobierno el 25 de mayo. El triunfo de
los criollos argentinos activó el espíritu revolucionario de
los nacionales y el debate doctrinario de que las colonias
tenían el derecho, lo mismo que los españoles, de gobernarse
por Juntas elegidas, mientras durara el cautiverio del rey.

Ambos sectores visitaban a don Mateo para buscar apoyo. Pero
el hombre que se distinguió por su buen juicio, temple y
resolución, a sus 83 años era un anciano incapaz de llevar
adecuadamente la pesada carga que significaba en ese momento
gobernar al reino. Su voluntad y sus resoluciones eran
adoptadas según fuera la última persona que se la hubiera
sugerido.

Finalmente, el 13 de septiembre de 1810, el Cabildo logró
que el Gobernador llamara a reunión a los jefes militares,
los superiores de las congregaciones religiosas, los
representantes de diversas instituciones y el vecindario
noble de la ciudad, para decidir qué curso de acción tomar.

Esta reunión se celebró el 18 de septiembre de 1810.
Entonces, tras escuchar el dictamen del procurador de la
ciudad, José Miguel Infante Rojas, quien defendió con todos
sus conocimientos legales la postura favorable a la
conformación de una Junta, Toro y Zambrano renunció a su
cargo, e inmediatamente, se conformó la Junta, de la cual fue
elegido como Presidente.

Uno de los primeros asuntos que debió atender fue el anuncio
de la llegada de Antonio Valcárcel, Marqués de Medina, quien
había sido nombrado Gobernador de Chile por el Consejo de
Regencia. Toro y Zambrano decidió rechazar tal pretensión,
contando con la ayuda de la Junta de Buenos Aires.

Esta Junta dio fin al período colonial y el punto de partida
a la etapa de independencia, conocida como “La Patria Vieja”.
Pero las medidas tomadas por ésta, no pueden atribuírsele a
don Mateo, ya que solo fue la persona que concilió las dos
posturas que imperaban en el país, por el respeto que su
persona imponía en la sociedad santiaguina.

Por somosfutrono

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