La poetisa Gabriela Mistral nació en la ciudad de Vicuña,
Cuarta Región, el 7 de abril de 1889, siendo bautizada por
sus padres como Lucila de María del Perpetuo Socorro Godoy
Alcayaga. Heredó de su padre la vocación literaria y sus
admirados ojos verdes, a pesar que su progenitor la abandonó
cuando ella tenía solo tres años de edad.

Así, Lucila recibió sus primeras lecciones en casa, con su
media hermana Emelina, y más tarde en la escuela de La Unión.
Allí aprendió la primera amarga experiencia de la
incomprensión, a los nueve años, la que la marcó en su vida.
Una maestra la acusó injustamente de haber robado hojas de
papel pertenecientes a la escuela. En un ataque de cólera,
echó a Lucila de la clase, e incitó a sus alumnos a que le
tiraran piedras e informó oficialmente que era una débil
mental.

Fue en ese momento cuando Lucila intuyó la crueldad humana,
es allí cuando aprendió con sus estudios primarios acerca del
dolor, de la injusticia y cuando vislumbró los trágicos
errores de que está lleno el mundo.

La estrechez económica familiar y el aislamiento de la
región, determinaron que su formación fuera autodidacta,
guiada por su interés hacia la lectura y hacia la educación.
Lucila se negó a aprender labores caseras, porque se decía:
«En cuanto me vean que soy útil para la casa, estoy
perdida.»

Gracias a su esfuerzo personal, a los 15 años de edad se
convirtió en maestra, ejerciendo su profesión en la escuela
de Compañía Baja, pequeña población cercana a La Serena. Dos
años después, en 1906, se trasladó a la Cantera para
proseguir su magisterio, donde conoció al joven empleado
ferroviario, Romelio Urueta con quien comenzó un romance.

Según Carmen Conde, amiga de Lucila, sobre este romance la
poetisa se expresó así: «En este barco – escribió Gabriela –
él me esperaba siempre con las mismas palabras de antes, con
las mismas locuras de antes. Yo que lo sabía en relaciones
con la «otra», no quería escucharle; pero la tentación era
terrible…»

Una mañana la maestra encontró una invitación a la boda de
Urueta, que se casaba con la “otra”. Lucila no volvió más al
barco para evitar encontrarse con él. Prefirió perder su
empleo para no sufrir más su presencia que en cierto modo la
humillaba, aunque él le decía que jamás se casaría con la
otra. Quince días después de recibir la invitación y en la
víspera de contraer matrimonio, Romelio Urueta se suicidó,
era el 25 de noviembre de 1909.

Este desgraciado suceso despertó en ella una fuerza
conmovedora cristalizando sentimientos que ya latían en su
ser: la soledad y la desesperación, entremezcladas con la
influencia de sus lecturas de D’Annunzio y José María Vargas
Vila, cantor de la muerte uno, del erotismo el otro, que
determinaron en Lucila el estallido dramático que se advierte
en su libro “Desolación”.

Se trasladó entonces a Barrancas, un pueblo cercano a
Santiago. Aquí, rindió examen en la Escuela Normal en 1910,
donde le fue posible regularizar su carrera y optar por los
certificados del caso, que la acreditaron como profesora de
enseñanza secundaria.

Lucila, a pesar de que era callada y muy introvertida,
porque no le gustaba contar a nadie lo que le pasaba, o lo
que sentía ni mostrar lo que escribía, se desahogaba
escribiendo cartas literarias y sentimentales, que la
hicieron ser conocida y admirada por mucha gente.

Ese mismo año inició una nueva etapa de su vida en el liceo
de Antofagasta. Época en que sus versos comenzaron a aparecer
en importantes publicaciones de la prensa chilena, comenzando
a gozar de cierto prestigio literario en el ámbito
nacional.

Luego, en 1912 enseñó lenguaje y geografía en el liceo de
Los Andes, fecha en que conoció a Pedro Aguirre Cerda,
político de gran prestigio, quien la ayudó a progresar y a
quien ella en agradecimiento dedicó su libro “Desolación”.

A los 25 años de edad, en 1914 decidió participar en los
“Juegos Florales”, un certamen poético que se celebraba
anualmente en Santiago por iniciativa de la Sociedad de
Escritores y Artistas de Chile. Envió tres poemas, que
después incluyó en su libro “Desolación”. Como era necesario
firmar con un seudónimo, la hasta ese momento Lucila Godoy
Alcayaga escogió la mitad de los nombres de dos poetas que
eran sus ídolos: Dante Gabriel Rosetti y Federico Mistral.

Al ganar los Juegos Florales el 22 de diciembre de 1914,
nació literariamente Gabriela Mistral, suplantando a Lucila
Godoy. Se cuenta que Gabriela no acudió a recibir la flor
natural y la magnífica medalla de oro, que conformaban el
premio, porque no tenía un traje apropiado para la ocasión y
que presenció el triunfo desde la galería popular del teatro
donde se celebraba el acto.

Gracias a la amistad desarrollada entre Gabriela Mistral y
el matrimonio conformado por Pedro Aguirre Cerda y Juana Rosa
Aguirre, él, como Ministro de Educación, la nombró profesora
de Castellano y Directora del Liceo de Punta Arenas en
1918.

Cuatro años más tarde, en 1922 fue invitada a México por el
Ministerio de Educación de ese país, con el fin de participar
en los planes de la reforma educacional mexicana, y en la
organización y fundación de bibliotecas populares. Por su
colaboración, recibió varios homenajes como por ejemplo, la
denominación de un colegio con su nombre, “Gabriela
Mistral”.

De regreso en el país, en 1923, la Universidad de Chile
decidió otorgarle el título de profesora de Castellano. Al
año siguiente, se embarcó por primera vez a Europa. Publicó
en Madrid “Ternura”, pequeño volumen de versos dedicados a
los niños. Luego visitó otros países de Europa y Estados
Unidos.

En 1925 estaba de vuelta en Latinoamérica y recorrió Brasil,
Uruguay y Argentina. Al año siguiente, participó como
representante de Chile, en el Instituto de Cooperación
Intelectual de la Liga de las Naciones en Ginebra. Fue
nombrada Secretaria de una de las Secciones Americanas de esa
misma organización. También estuvo en Suiza en un Congreso de
Educadores en Lucarno, en 1927.

Luego, en 1928, asistió al Congreso de la Federación
Internacional Universitaria de Madrid como delegada de Chile
y Ecuador. Meses después le fue asignado un cargo en el
Consejo Administrativo del Instituto Cinematográfico
Educativo.

En 1932, Gabriela Mistral fue designada Cónsul particular de
libre elección, trasladándose a Génova. Una vez que declaró
su posición antifascista, dejó su cargo. Pero en 1933 fue
incorporada al mismo en Madrid y después en Lisboa, durante
el segundo período del mandatario Arturo Alessandri Palma.

Por su importante cooperación en actividades culturales, y
su gran desempeño consular, en 1935, el Gobierno la designó
Cónsul de elección con carácter vitalicio, por Ley del
Congreso del 4 de septiembre de ese año.

A Gabriela Mistral le impactó la Guerra Civil española. La
recaudación que obtuvo por la publicación de “Tala” en Buenos
Aires en 1938, la destinó a instituciones que albergaron a
niños españoles durante la guerra. Entre 1940 y 1941 continuó
con su trabajo consular. Estuvo en Niterol, Brasil. Luego se
estableció en Petrópolis, en las montañas, a 75 kilómetros de
la capital.

El 14 de agosto de 1943, sufrió un gran golpe en su vida,
Juan Miguel, su sobrino Yin-Yin, hijo de Emelina, se suicidó.
Fue su peor tragedia, ya que el joven de 17 años había sido
adoptado por ella como un verdadero hijo. Viajaba siempre a
su lado.

Una gran alegría la sorprendió a los 56 años de edad, cuando
el 15 de noviembre de 1945, se convirtió en la primera poeta
nacional y literata hispanoamericana galardonada con el
Premio Nobel de Literatura. Tres días más tarde, viajó a
Estocolmo a recibir esa distinción de manos del Rey Gustavo
de Suecia, evento que se efectuó el 10 de diciembre de
1945.

En 1950 se le distinguió con el Premio Serra de Las
Américas. Posteriormente viajó a Génova y a Nápoles, donde
asumió otro período consular. Después de 6 años de haber sido
reconocida su obra internacional, Chile le concedió el Premio
Nacional de Literatura, en 1951.

Regresó a Estados Unidos en 1953, como Cónsul en Nueva York.
Ese año participó en la Asamblea de las Naciones Unidas
representando a Chile. En 1956, tras una estadía en el
extranjero, el Gobierno de Chile, presidido por Carlos Ibáñez
del Campo, le organizó un homenaje oficial y una “pensión
especial” por la Ley, que se promulgó en el mes de noviembre.
Ese mismo año publicó “Lagar”, reconocido como su obra de
madurez.

Tiempo después, estando en Long Island, Estados Unidos,
cargada de años y de sabiduría, sintió que: «ya me llama el
que es mi Dueño» y partió de este mundo, a los 67 años de
edad, dejándonos de regalo su poesía inmortal, era el 10 de
enero de 1957.

Sus restos fueron traídos a Chile el 19 de enero,
declarándose tres días de duelo oficial. Se le rindieron
homenajes en todo el Continente y en la mayoría de los países
del mundo. Actualmente, su cuerpo reposa en su amado pueblo
de Montegrande, ubicado en la Cuarta Región.

Por somosfutrono

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