El abogado Alberto Hurtado Cruchaga, ingresó al noviciado de
los jesuitas de Chillán el 14 de agosto de 1923, a los 22
años de edad. Luego, continuó sus estudios en Argentina,
España y en la Universidad de Lovaina, Bélgica, ordenándose
de sacerdote en esa misma ciudad, el 24 de agosto de 1933.

De entre todos los eclesiásticos que han tenido alguna
importancia en la historia de Chile, sólo dos, y ambos
jesuitas, han merecido que se bauticen con sus nombres a una
ciudad o a un pueblo: el abate Molina, erudito del siglo
XVIII, y el padre Alberto Hurtado.

El padre Hurtado nació en la ciudad de Viña del Mar el 22 de
enero de 1901, pero cuando tenía cuatro años, falleció su
padre y su madre se vio en la obligación de vender el fundo
que poseía la familia en Casablanca, trasladándose a Santiago
a la casa de familiares.

De estas manera, a los 8 años ingresó como alumno becado al
Colegio San Ignacio de Santiago, perteneciente a la Compañía
de Jesús. En 1917, con 15 años recién cumplidos, solicitó
ingresar a la Congregación, pero fue disuadido por el padre
Fernando Vives Solar y el padre José Llussá, superior de la
Región Chilena de la Compañía de Jesús, quien lo autorizó
finalmente, por carta, en junio de 1923, desde Córdoba.

Tras finalizar sus estudios secundarios, ingresó a estudiar
Derecho en la Universidad Católica y a su vez trabajó para
mantener a su familia, en “El Diario Ilustrado”, periódico
que defendía los ideales católicos y conservadores. En 1919,
cuando entró al Partido Conservador como prosecretario
rentado, ya tenía una visión más madura de la política.

Luego de realizar los estudios para ordenarse de sacerdote,
fue comisionado por el Ministerio de Educación de Chile, en
el gobierno de Arturo Alessandri Palma, para estudiar en
Bélgica y en Alemania. Se dedicó especialmente a reunir
antecedentes sobre temas pedagógicos.

El 10 de octubre de 1935, recibió su grado de doctor en
Pedagogía y Sicología. Luego de recorrer Europa en misión
profesional, regresó a Chile en febrero de 1936. A su llegada
el padre Hurtado estuvo dedicado a la docencia en el Colegio
San Ignacio, y publicó después de un trabajo acucioso de
investigación, el libro titulado: “¿Es Chile un País
Católico?”.

La comunicación con sus alumnos era esencial, como él mismo
señaló: «Es mucho más fácil enseñar que educar; para lo
primero basta saber algo, para lo segundo, es menester ser
Algo». Como profesor de Religión y director espiritual del
Colegio y de la Congregación Mariana de los Jóvenes, la labor
de Hurtado se orientó a aumentar las vocaciones
sacerdotales.

En 1938 comenzó a construir, tomando él la dirección y
recolección de fondos, el Noviciado y La Casa de Ejercicios
de Marruecos, en la localidad del mismo nombre, que
actualmente se llama Padre Hurtado. En 1941 Alberto Hurtado
fue nombrado asesor de los jóvenes de la Acción Católica de
la Arquidiócesis de Santiago, y pocos meses más tarde, de los
jóvenes de la institución en todo Chile.

Su objetivo era colocar a los universitarios que allí
participaban frente al mundo real y concreto, levantando la
consigna de: «¡Formar al Hombre, formar al Cristiano, formar
al Jefe!».

Con la venia de sus superiores y la ayuda del periódico “El
Mercurio”, el 21 de diciembre de 1944, se comenzó a construir
el Hogar de Cristo, en el terreno donado por la familia
Covarrubias Valdés, en la calle Bernal del Mercado, cerca de
Estación Central.

El padre Hurtado puso todo su esfuerzo en esta gran obra, la
cual dirigió hasta su muerte. Consiguió el dinero,
materiales, profesionales ingenieros y arquitectos que le
permitieron levantar hospederías, hogares para los menores
abandonados que el mismo recogía en su “camioneta verde”, en
las noches de invierno en las calles y bajo los puentes del
río Mapocho.

Para esta obra su lema fue: «dar posada al mendigo, darle
alimento, darle educación, si fuese posible iniciar a algunos
en un trabajo que los haga escapar de su horrible miseria».
Así, en 1946 fundó la Escuela Granja, en Colina, producto de
su interés no sólo por dar alimento, sino también instrucción
técnica a los jóvenes y educación familiar a los adultos.

Fue objeto de los desvelos del padre Hurtado el avance del
comunismos y cuando el marxismo dominaba casi sin contrapeso
la mayoría las organizaciones sindicales, entonces fundó la
“Asociación Sindical de Chile” (ASICH), en 1948, destinada a
agrupar a la masa trabajadora en una central de formación
sindical cristiana.

Previamente, el 8 de octubre de 1947, le había solicitado
autorización al Papa Pío XII, para preparar dirigentes
obreros en el pensamiento católico para los sindicatos, y
patrones jóvenes comprometidos con la doctrina social. La
petición fue bien recibida por su Santidad.

La necesidad de difundir la doctrina social y su acción, lo
llevaron a pensar, hacia 1950, en la fundación de una revista
y así nació, en octubre de 1951, “Mensaje”, de la cual fue su
primer director, convirtiéndose en su última obra.

En 1952 su extenuante actividad y entrega por los demás hizo
cada vez más evidente su enfermedad, cáncer al páncreas. En
su lecho de enfermo quiso recibir a todos, era un moribundo
feliz que decía ante la muerte: «¡Contento, Señor,
Contento!», ahora «porque vuelvo a mi Padre Dios».

Falleció el 18 de agosto de 1952, a los 51 años de edad, y 19
de sacerdocio. Cumpliendo su voluntad fue sepultado en la
parroquia de Jesús Obrero, en la vecindad del Hogar de
Cristo.

Durante su vida publicó los siguientes libros: “Humanismo
Social”, “El Orden Social Cristiano en los Documentos de la
Jerarquía Católica y Sindicalismo”, “Historia”, “Teoría” y
“Práctica”.

En junio de 1977 se inició oficialmente el proceso para
obtener, primero, la beatificación y, posteriormente, la
declaración de santidad del padre Hurtado. Fue beatificado
por el Papa Juan Pablo II, el 16 de octubre de 1994.

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