CHILE INVERTEBRADO

Mientras revisaba mis notas políticas de esta semana, algo me
decía que mis viejos libros me ayudarían a encontrar la
referencia precisa para entender las circunstancias que
estamos viviendo. Poco me demore en encontrar una económica
edición de las obras del filósofo español José Ortega y
Gasset. ¡Eureka! Ahí estaba la respuesta a nuestra realidad.
«Chile invertebrado».

Con un diagnóstico político certero de la situación que se
vivía en la España de los años 20, amenazada por el fantasma
de la descomposición, Ortega advierte sobre el proceso
disolvente que avanzaba en riguroso orden para dejar a
«España invertebrada».

De manera similar a lo que ocurría en la península durante
aquellos años, hoy nuestro país se encuentra hondamente
desarticulado: hemos dejado de actuar como una nación
unitaria para transformarnos en una serie de «estancos»,
donde cada actor (político, económico o social) vela por sus
propios intereses sin importarles lo que pasa o pase con el
todo. Si alguien piensa que estas conductas no son más que
«tumores inadvertidos y casuales», se equivoca.

Estas actitudes deben ser interpretadas como manifestaciones
de una crisis política profunda: por una parte, el deterioro
y desprestigio que han venido sufriendo progresivamente los
actores políticos nacionales, situación que en la actualidad
alcanza su máximo “esplendor”; y por otra, la pérdida de
confianza y credibilidad en las instituciones (públicas y
privadas) así como su ninguna capacidad para garantizarle al
país una estructura institucional sólida, estable y
republicana. Chile está invertebrado.

La causa primera por la que esta situación golpea tan
duramente nuestra realidad, es la falta de una clase política
fuerte que posea los liderazgos y la legitimidad necesarios
para articular los diferentes sectores que componen nuestra
sociedad, dentro de un proyecto nacional moderno, amplio,
inclusivo y tolerante.

Se suma a lo anterior, la crisis que hoy vive nuestro país
producto, precisamente, del desprestigio de sus instituciones
y de la incapacidad de estas para garantizar el orden
institucional de nuestra sociedad, dando muestra de
indiscutible desarticulación.

El egocentrismo político y la desarticulación institucional
definen nítidamente un fenómeno político y social que nos
nuestra un Chile invertebrado, con nula capacidad de
gobierno, y, por lo tanto, sin capacidad alguna para crear
las condiciones que garanticen la existencia de un orden
político institucional.

Ante esta realidad, surge el conformismo y la mediocridad de
las grandes mayorías, que dejan el camino libre a quienes,
pese a ser minorías, se consideran llenos de derechos y sin
ningún deber, a aquellos que se permiten hacer lo que le
plazca y cuyo único argumento es la violencia, la destrucción
y la calle.

El poder descansa entonces en esas minorías violentas que a
través del caos establecen sus propias normas, realidad donde
la democracia, la libertad, la autoridad y el orden
desaparecen, abriendo paso a una sociedad invertebrada, sin
estructuras, sin control y donde no impera más que la
anarquía.

CRISTIAN LABBE GALILEA

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