El Gobernador del Reino de Chile Pedro de Valdivia falleció
el 26 de diciembre de 1553 junto a todo su regimiento al
llegar al Fuerte Tucapel, lugar donde fue atacados por las
fuerzas del Cacique Lautaro, considerado este último como el
mayor estratega militar del mundo.

La tragedia se originó cuando el Gobernador se enteró de la
sublevación indígena al sur del país. Entonces Valdivia
decidió ir personalmente para pacificar el ambiente. Una vez
cerca del fuerte, el día 25 envió un grupo de reconocimiento,
pero este no regresó.

Entonces a la mañana siguiente el Gobernador junto a sus
hombres continuó la marcha hacia el Fuerte Tucapel sin
mayores novedades. Sin embargo, Valdivia pudo observar la
presencia de grupos de mapuches que los observaban y después
huían sin combatir.

Al llegar al fuerte lo encontraron en ruinas, pero no
divisaron enemigos. Cuando se disponían a acampar, se
precipitaron los indígenas, saliendo de los arbustos y de los
bosques en medio de griteríos y de un toque de cuernos
ensordecedores.

Se debe destacar que las fuerzas indígenas al mando del
Cacique Lautaro, estaban constituidas por numerosos
escuadrones, los cuales se fueron lanzando al combate por
orden sucesivo, cayendo continuamente escuadrones de refresco
sobre las tropas españolas y éstas agotadas, por la lucha,
fueron pereciendo poco a poco hasta ser totalmente
exterminadas.

Se salvaron solamente Valdivia, gracias al excelente caballo
que montaba y el clérigo Bartolomé del Pozo que tenía el suyo
algo fresco, entonces lograron adelantar solos hasta una
ciénaga, donde se empantanaron.

Entonces los indígenas que se encontraban allí derribaron a
Valdivia del caballo, lo despojaron de sus armas y de sus
ropas, arrastrándolo a un bebedero. El padre Pozo hizo una
cruz con dos pajas y exhortó al gobernador a bien morir.

Luego, un golpe de macana derribó al Gobernador. Enseguida
los indígenas, llevando su cabeza clavada en una pica,
cantaron victoria. Su corazón, dividido en pequeños trozos,
fue devorado por los caciques vencedores, según la tradición
“admapu”.

La noticia del desastre de Tucapel llegó rápidamente a las
ciudades: La Imperial, Villarrica, Los Confines, Concepción y
Valdivia, pero se ignoró por muchos días la suerte que había
corrido el Gobernador. Semanas más tarde, se confió a Gabriel
de Villagra, para averiguar la verdad de la muerte del
gobernador.

Cuando desapareció la esperanza de que los mapuches lo
tuvieran prisionero, empezó la fantasía a forjar leyendas más
o menos espeluznantes sobre la forma de su muerte.

El Cabildo de Santiago informó a la Audiencia de Lima que
los indígenas torturaron a Valdivia durante tres días hasta
que expiró. El jesuita Escobar, que todo lo veía a través de
la codicia de los españoles por el oro, dijo que le obligaron
a beber oro derretido.

No habiéndose salvado ninguno de los españoles que pelearon
en la batalla de Tucapel, los contemporáneos la
reconstituyeron guiándose, en parte, por su propia
experiencia, en parte, por las relaciones deformadas de
algunos mapuches y yanaconas que lograron huir y, en parte,
por la experiencia de lo que ocurrió después en Marigüeñu y
en otras batallas.

Por somosfutrono

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