La guerra contra la Confederación Perú – boliviana fue
declarada el 28 de diciembre de 1836, luego que las
negociaciones realizadas en la ciudad de Lima por nuestro
ministro plenipotenciario Mariano Egaña Fabres, fracasaran.
Cabe consignar que los conflictos partieron, al emerger en
Bolivia el dictador Gran Mariscal de Zepita Andrés de Santa
Cruz, quien aspiró restablecer el imperio incaico mediante la
anexión de Perú, Ecuador y las regiones norteñas de Chile y
Argentina.
De esta manera, aprovechando la inestabilidad de su vecino,
asumió el control político del Perú mediante la creación de
la Confederación Perú-boliviana el 28 de octubre de 1836, lo
cual le otorgó el poder político y económico suficiente para
proyectarse hegemónicamente contra Chile.
La rivalidad se venía produciendo desde la época de la
independencia, con los siguientes hechos:
Perú le debía a Chile un millón y medio de pesos, más los
intereses, que eran parte del préstamo solicitado por Chile a
Inglaterra, a lo que se sumaban los gastos de la expedición
libertadora durante el proceso de independencia.
Desde 1824, el gobierno peruano había subido los derechos de
aduanas a los productos agrícolas provenientes de Chile.
Con los almacenes libres, Valparaíso se había convertido en
el primer centro comercial del Pacífico. Perú deseaba
revertir la situación a favor del puerto de El Callao, para
lo cual le agregó impuestos especiales a las mercancías
provenientes del puerto chileno.
En junio de 1832 el gobierno peruano decretó un impuesto que
gravaba el precio del trigo que llegaba de Chile a Perú, lo
que hacía imposible su comercio. Entonces Chile subió los
derechos que gravaban el azúcar peruana.
Además, Santa Cruz había desarrollado serias interferencias
a las actividades comerciales chilenas, violando tratados
existentes, mientras buscaba hacer caer al Gobierno del
General Joaquín Prieto Vial con variadas tácticas de
infiltración política.
Estas culminaron con el envío a Chile de una expedición
revolucionaria por mar, a mediados de 1836, a cargo del
entonces desterrado en el Perú, General Ramón Freire Serrano.
Este intento fracasó y el Ministro Diego Portales Palazuelos
ordenó dar un golpe a la escuadra de la Confederación, cuyos
barcos cayeron en poder de Chile.
Por los hechos mencionados anteriormente, partió Egaña a
conversar con Santa Cruz a la ciudad de Lima, con el objeto
de exigir una solución a los temas económicos y la disolución
de la Confederación, pero el presidente boliviano se rehusó,
razón por la cual, Egaña dio por declarada la guerra.
Cabe consignar que la situación no era muy favorable para
Chile, ya que Santa Cruz consiguió el apoyo de Gran Bretaña,
Francia y Estados Unidos; en tanto, los aliados chilenos,
Argentina y Ecuador, no se atrevieron a intervenir en el
conflicto.
Con relación a las fuerzas de combate, el ejército
confederado pasaba de 11 mil hombres, pudiéndose en un
momento determinado duplicarse, y la marina de guerra contaba
con ocho unidades, mientras que Chile contaba con 3 mil
hombres y una Escuadra reducida de dos embarcaciones.
Internamente, con la declaración de la guerra, las
conspiraciones de Santa Cruz siguieron; entonces el gobierno
chileno estableció el estado de sitio y dotó de facultades
extraordinarias al Ejecutivo. En 1837 se promulgó la “Ley de
los Consejos de Guerra”, tribunales que se regían por el
código militar y cuyas sentencias no eran apelables.
A causa de estas medidas, la oposición acusó a Portales de
autoritarismo, desatándose a través de la prensa una campaña
en contra suya y de la guerra.
Pero el Gobierno continuo con sus intenciones y para ello le
encargó al General Manuel Blanco Encalada preparar una
expedición a Perú, con el objetivo de disolver la
Confederación. Entonces Portales se dirigió a Quillota para
inspeccionar los preparativos, pero en el camino fue tomado
prisionero por oficiales descontentos con su política y
llevado a Valparaíso.
Si bien, Blanco Encalada detuvo a las fuerzas amotinadas y
logró desbandar al Regimiento Quillota, en medio de la
confusión, el Ministro Portales fue fusilado el 6 de junio de
1837. Este crimen provocó el repudio nacional, y si con su
muerte los enemigos quisieron destruir su obra, se
equivocaron pues esta continuó merced a una de las
sugestiones más profundas que registra la historia en el
plano político.
La Guerra continuó, pero Blanco Encalada fracasó en su
expedición y firmó el Tratado de Paucarpata el 17 de
noviembre de 1837, que reconoció a la Confederación y
comprometió a Chile a devolver los barcos capturados. Bajo
esos términos, Chile no reconoció este tratado y el 18 de
diciembre de ese año, reanudó las hostilidades con el
gobierno de Santa Cruz.
Finalmente, el 20 de enero de 1839, el General Manuel Bulnes
Prieto derrotó definitivamente a Santa Cruz en la Batalla de
Yungay, gracias a sus notables dotes de conductor militar y a
la admirable capacidad guerrera del soldado chileno.