En las islas Canarias fue bautizado el 18 de enero de 1800,
Fray Andresito, ocho días después de su nacimiento, con el
nombre de Andrés Antonio María de los Dolores García de
Acosta. Sin embargo, vivió muchos años en Chile como
religioso de la Recoleta Francisca, donde se ganó el afecto
de todos los santiaguinos. Actualmente se encuentra en
proceso de canonización.

Cabe consignar que a los cinco años quedó huérfano de padre
y su madre se volvió a casar. Así su niñez y juventud la pasó
en la isla, la cual estaba fuertemente influenciada por la
orden franciscana que se había establecido en el lugar a
partir de 1416. Como el resto de los muchachos, en la isla se
dedicó al pastoreo, sin embargo, de regreso a su hogar,
enseñaba la doctrina cristiana a los niños de los alrededores
de su casa y cantaba alabanzas a la Virgen María.

Pero en 1831 su madre murió, época en que sus hermanos se
encontraban todos casados por lo que decidió viajar a
Uruguay, formando parte de una de las expediciones que
constituyeron la gran corriente migratoria del período. En la
República Oriental comenzó a trabajar como labrador, pero al
poco tiempo conoció a fray Felipe Echenagusia e ingresó al
convento franciscano San Bernardino como «Laico Terciario»,
prestando servicios de portero y recolector de limosnas.

Sin embargo, en 1838 el gobierno uruguayo expulsó a los
franciscanos del convento y entre los motivos aducidos para
la extinción estaban: «no tener un número suficiente de
religiosos y, empeñarse en restablecerlo, sería contrariar la
tendencia de las sociedades modernas, oponerse al progreso de
la civilización y multiplicar los establecimientos
improductivos».

Entonces los hermanos Andrés y Felipe se vinieron a la
Recoleta Franciscana de Santiago, llegando el 10 de julio de
1839. Andrés fue destinado a la cocina para ayudar al
cocinero, lavar los platos y barrer; labores que desempeñaba
con humildad, dedicación y alegría. Luego en agosto de ese
año fue nombrado “limosnero”.

En ese cargo, su actitud para con todos era paciente, afable
y modesta, dando buenos consejos, aun al recibir insultos,
burlas y desprecios, Andrés regresaba al convento a la puesta
del sol y en la noche rezaba con la comunidad. Numerosos
testimonios de la época se refieren a Fray Andrés y su
actividad caritativa que le hicieron famoso entre los
habitantes de Chile. Visitaba frecuentemente la Cárcel de
Santiago y el Hospital.

Además de confortar a muchos en la portería del Convento,
llevaba medicinas, preparadas por él mismo, a los enfermos en
sus casas y visitaba a los moribundos. Los domingos repartía
pan y frutas a los pobres. Por la tarde invitaba a la gente
al cementerio para rezar el Via Crucis o el rosario por las
Ánimas. La expresión «Alabado sea Dios» lo identificó, en sus
respuestas simples y breves, hasta los últimos momentos de su
vida.

Al tiempo recibió una imagen de Santa Filomena cuya devoción
propagó entre los habitantes de la ciudad, llevándola por
todas partes. Fue acogido con afecto y amistad en todos los
sectores sociales, lo que le valió ser llamado,
cariñosamente, Fray Andresito. Pero tanto le impactó al
hermano Andrés la vida de la Santa que tomó el nombre de
Filomeno. Además en diciembre de 1850, ordenó la construcción
del Altar a Santa Filomena y encargó a Europa ornamentos para
la Iglesia.

Luego el día 16 ese mes, fundó dos capellanías, una con
limosnas recolectadas para Santa Filomena y otra con el
dinero que traía cuando llegó al país. La primera para la
Novena y Fiesta de Santa Filomena en el templo de la
Recolección y la segunda para veinte misas en sufragio de las
Ánimas del Purgatorio, nombrando por patrón y capellán de
ambas fundaciones al convento de su Orden.

Sin embargo, dos años más tarde, los primeros días de enero
1853, Fray Andrés fue a casa del doctor Vicente Padin
llevando de regalo su bastón, porque ya no lo necesitaría más
y visitó a Francisco Ignacio Ossa, solicitándole mandar decir
misas por su alma.

El día 9 de enero del doctor Eleodoro Fontecilla le
diagnosticó una pulmonía. Tres días más tarde Fray Andrés le
pidió al hermano Pacheco que no se preocupara más, porque el
viernes moriría. El jueves 13 solicitó un hábito para cubrir
su cadáver y una sepultura, lo que le fue otorgado y luego
emitió la profesión solemne. A las 21 horas, Andrés le dijo a
Fray Pacheco: «Moriré mañana a las ocho».

Tal como lo había anunciado, el hermano Andrés falleció el
14 de enero de 1853 a las ocho de la mañana, a los 53 años de
edad.

El mismo día de su fallecimiento el diario «El Progreso», de
Santiago afirmaba: «su caridad evangélica le había granjeado
tal popularidad, que podemos asegurar que no habrá una
persona en la Capital que no le haya conocido. El pobre de
Santiago ha perdido con él un apoyo y el consolador de su
desgracia».

Pasaron 2 años y medio de su muerte y el 10 de julio de
1855, se procedió a exhumar el cadáver del hermano Andrés.
Estuvieron presentes el juez Juan Francisco Fuenzalida, la
comunidad franciscana y otras personalidades. El cadáver fue
encontrado incorrupto. El Arzobispo Rafael Valentín
Valdivieso visitó el lugar y afirmó:

«En cuanto a que sea una cosa extraordinaria o sobrenatural
la conservación del cadáver de Fray Andrés, estando al lado
de un canal de agua durante dos años, esto lo dirán los
hombres de ciencia a los cuales les hemos encargado este
punto, pero que todos hemos tenido a Fray Andrés por un
santo, sin que con esto nos anticipemos al juicio de la Santa
Sede, esto no presenta ninguna duda».

La comisión que el día 15 de julio examinó el cadáver,
estuvo formada por seis peritos entre los que destacaban los
doctores Lorenzo Sazié y Vicente Bustillos, el secretario de
la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas y el Rector de
la Universidad de Chile, Ignacio Domeyko. El informe de los
facultativos no encontró causas naturales que favorecieran el
estado de conservación del cadáver.

Durante todo el siglo XIX, en diversos diarios de la nación
se siguió escribiendo sobre Fray Andresito. Se le denominó
«apóstol de la caridad», «apóstol incansable del bien»,
«santo religioso», etc. En 1892, apareció por primera vez, un
artículo sobre él fuera de Chile, en la «Revista Carmelitana»
de Barcelona. En 1893 la prensa comenzó a informar de los
pasos para incoar la «Causa de Beatificación».

El 15 de julio de 1892, Fray Pacheco, en presencia del
doctor Fontecilla, testigo de la sangría realizada al Hermano
Andrés durante su enfermedad, 40 años atrás, declaró ante el
notario Mariano Melo, que poseía un frasco con sangre de Fray
Andrés que se conservaba líquida.

En 1974, el profesor de la Universidad de Chile, doctor
Carlos Valenzuela, realizó una observación de la sangre y
propuso hacer nuevos estudios, ratificando su informe el 8 de
agosto de 1993. Al año siguiente se inició el proceso de
canonización, el cual se encuentra paralizado debido, según
los padres franciscanos, a las dificultades en obtener los
datos y comprobaciones de su biografía y sus posibles
milagros.

Sin embargo, hasta el día de hoy, los devotos de Fray Andrés
se reúnen los días 14 de cada mes en la Recoleta Franciscana
donde están sepultados sus restos y se conserva en un
sencillo frasco de vidrio, algo de su sangre, la cual
permanece intacta, pese al tiempo transcurrido.

Por somosfutrono

Somos un medio de comunicación que difunde el respeto al medio ambiente y los pueblos originarios; NOTICIAS , ACTUALIDAD, COMPROMETIDOS CON LA VERDAD.