En la ciudad de Santiago, nació el 10 de marzo de 1781, la
patriota Francisca Xaviera Eudocia Rudecinda de los Dolores
Carrera Verdugo, quien tuvo gran influencia sobre sus tres
hermanos menores durante la época de la Patria Vieja, y
también de la sociedad santiaguina.

Sin embargo, su niñez se desarrolló de acuerdo a las
costumbres de su siglo, basándose su educación en labores
domésticas, religión, buenos modales, lectura y escritura,
pero desde su adolescencia comenzó a destacarse por su
carácter decidido y por su belleza.

A los 15 años de edad se casó, quedando viuda tres años más
tarde, con dos hijos, pero al siguiente, en 1800 se volvió a
casar con un español de abolengo, asesor de la Capitanía
General. Por diez años vivió de acuerdo a las costumbres de
la colonia, dedicándose a la familia y a su casa.

Pero cuando en 1810, su esposo viajó a Europa y el
matrimonio se mantuvo en contacto con abundante
correspondencia, es el momento donde Javiera dejó ver su
faceta de confidente y consejera política, además de su
fuerte personalidad, pues todas sus cartas están firmadas
como Francisca Xaviera de Carrera o como F.J.C., ya que nunca
dejó de usar su apellido de soltera.

Justo en ese período se supo en Chile que el rey Fernando
VII estaba en prisión, por lo que las colonias habían quedado
sin una cabeza visible, comenzando así los movimientos que
llevaron a plantear la independencia. En la familia Carrera,
Javiera, Juan José y Luis, participaron de los movimientos
locales. Pero cuando llegó de España en julio de 1811, el
«más caudillo de los hermanos» José Miguel, se lanzaron a una
lucha más organizada con metas sólidas.

Así se pudo comprobar que la que comandaba el bando era
Javiera, pues además de esconder a soldados en su casa, era
la encargada de recibir durante las noches y las madrugadas
las carretas cargadas de armas para repartirlas en la ciudad.
Fue tan significativa su actuación que entre los
revolucionarios usaron la frase «viva la Panchita» como
contraseña.

Sin embargo, Javiera no ocupó ningún cargo político
evidente, pero se desenvolvió en forma anónima dentro de la
esfera del poder. Así, durante el gobierno de José Miguel
intervino en varios asuntos: la creación de los símbolos
patrios de Chile, como la bandera, inspirándose en la
naturaleza de la región para elegir los colores: azul por el
cielo, blanco por las nieves de la cordillera y el amarillo
por los campos en cosecha. Pero también actuó como asesora y
consejera y su influencia fue siempre incuestionable.

Pero por esto último despertó resentimientos y críticas
entre los santiaguinos, quienes le atribuyeron: en lo
político el haberse hecho cargo de situaciones que debían ser
cumplidas por su hermano José Miguel, y en lo social haber
cancelado el minué de los salones, imponiendo la zamba y
zapateos, que representaban lo americano.

De hecho, el primer emblema patrio lo presentó por primera
vez el 4 de julio de 1812, durante la celebración del
aniversario de la independencia de los Estados Unidos, en
claro mensaje de repudio a la corona española.

Sin embargo, era ella quien levantaba los ánimos en los
momentos de derrota, transformándose en la heroína de la
Patria Vieja, como también frecuentaba todas las
celebraciones patrióticas y las que se realizaban a raíz de
los triunfos militares.

Cabe señalar que Javiera, colaboró enérgicamente por la
independencia; llevó y trasmitió mensajes, movilizó grupos de
mujeres para que confeccionaran vendas y ropa y organizó un
grupo de enfermeras para asistir a los soldados heridos. Fue
considerada por sus contemporáneos como la madre de la patria
que nacía. Ella encarnó todo el dolor del bando de los
vencidos, pero ella y su familia no claudicaron nunca de sus
ideales.

Mery Graham, escritora inglesa, en su «Diario de mi
residencia en Chile» describió a Javiera diciendo: «la
hermana de José Miguel aspiraba a hacer de él un Napoleón,
arrancándolo a la aturdida y borrascosa vida de joven
calavera y dirigiéndolo hacia las metas del poder y la
gloria». Inteligente y ambiciosa, fue la ideologa de los
planes de lucha para libertar a Chile. Era una mujer de no
perdonar, sagaz y hábil.

Pero a raíz de la grave posición de las tropas chilenas,
José Miguel fue obligado a ceder el mando militar a Bernardo
O’Higgins Riquelme, quien posteriormente se convirtió en el
enemigo más encarnizado de los Carreras. Por su parte, la
relación política que mantuvo Javiera con O’Higgins fue
siempre crítica; lo apodó «el huacho Riquelme», refiriéndose
a su condición de hijo ilegítimo.

En estas condiciones se llegó a octubre de 1814, con el
revés del ejercito patriota en Rancagua, y el retorno del
poder español. Entonces los responsables militares, José
Miguel y O’Higgins, se vieron obligados a emigrar junto con
sus familias a Mendoza, al igual que el resto de los
patriotas. Este lugar, además de prometer mayor seguridad,
les ofrecía una oportunidad segura para reorganizarse.

Así, Javiera debió elegir entre partir con sus hermanos al
exilio o quedarse con su esposo y sus siete hijos.
Finalmente, obligada por el peligro que corría su vida, optó
por dejar a su familia para instalarse en Mendoza con sus
hermanos.

Pero los Carrera no fueron aceptados en Mendoza por José de
San Martín Matorras, entonces se dirigieron a Buenos Aires,
donde se establecieron. Fueron años difíciles y de carencias
económicas, pero siempre con el objetivo de buscar apoyo para
liberar a su querida patria.

Así, José Miguel fue por ayuda a los Estados Unidos, pero a
su regreso en 1817, los Carreras se enteraron del triunfo de
San Martín en febrero de ese año en Chacabuco, y el
nombramiento de O’Higgins como Director Supremo.

Mientras tanto en Buenos Aires, debido a los conflictos que
causaban los hermanos Carreras, fueron aprisionados e
incomunicados en el barco «El Belén». A los catorce días,
Luis logró fugarse y José Miguel huyó a Montevideo gracias al
apoyo de Javiera.

Así, ese mismo año en la casa de Javiera se gestó el complot
conocido como «la Conspiración de 1817». Este consistía en
deponer al gobierno chileno y al mismo tiempo tomar preso a
San Martín y a O’Higgins. Una vez realizado el objetivo, los
hermanos Carrera tendrían nuevamente el poder político.

El intento falló y los audaces chilenos fueron arrestados.
El 5 de agosto de 1817 apresaron a Luis y Juan José cayó
quince días más tarde. Javiera, desde Buenos Aires, usó todas
sus influencias para salvarlos, pero no logró una gestión
favorable. Los Carreras fueron fusilados el 8 de abril de
1818 en Mendoza.

La gran desdicha para Javiera hizo que actuara con mayor
vehemencia. A principio de 1819 repartía proclamas en contra
de San Martín, O’Higgins y Pueyrredón. Esto originó que el
Director Supremo Pueyrredón la arrestara en su propia casa.
Mientras, en Montevideo, su hermano José Miguel tuvo que huir
hacia Entre Ríos, debido a la agresiva ideología que difundía
a través de su periódico «El Hurón».

Atemorizado el gobierno de Buenos Aires de que Javiera y
José Miguel pudieran planear otro golpe, trasladaron a
Javiera a la Guardia de Luján, dejándola incomunicada y luego
a San José de Flores, localidad cercana a Buenos Aires.
Finalmente, fue recluida en un convento en aquella capital.

A principios de 1820, su espíritu combativo la llevó a
escaparse a Montevideo, permaneciendo allí hasta 1824, lugar
donde llevó una vida tranquila, pero preocupada por su
hermano y por volver a Chile.

Sin embargo, el 31 de agosto de 1821 cayó prisionero José
Miguel en Punta del Médano, San Luis, siendo trasladado a
Mendoza. Allí, tras un breve juicio, fue sentenciado a
muerte. A pesar de los infructuosos intentos apelando al
poder político, de la misma manera como lo había hecho cuando
sus otros hermanos estuvieron detenidos en Mendoza, el 3 de
septiembre de 1821 fue fusilado José Miguel junto con otros
insurrectos.

Javiera, abatida por las circunstancias, volvió a Chile,
recién cuando supo que O’Higgins había dimitido a su cargo de
Director Supremo, así el 4 de febrero de 1824 se embarcó en
el «Tritón», rumbo a Valparaíso, por el Cabo de Hornos.

De vuelta en su patria, Javiera abandonó la vida pública, se
aisló en su hacienda de El Monte dedicándose a la
beneficencia con las monjas Trinitarias. Se propuso, como
única aspiración, repatriar los restos de sus hermanos
enterrados en Mendoza. Los cuerpos llegaron a Chile en mayo
de 1828.

La mujer de carácter fuerte y tenaz, que llevó sus metas al
límite de los abismos, transcurriendo su vida entre la
frontera de la gloria y la profundidad, el amor y el odio y
la soledad más triste, dejó de existir a los 81 años de edad,
el 18 de agosto de 1862.

Actualmente los cuatro hermanos Carrera descansan en la
Catedral de Santiago.

Por somosfutrono

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