El Gobernador del Reino de Chile, García Hurtado de Mendoza y
Manríquez condenó al caudillo mapuche, el Toqui Caupolicán, a
morir empalado en una ceremonia pública el 15 de abril de
1558. El prisionero debió sentarse en un palo aguzado que le
desgarró las entrañas, en un lento sufrimiento.

La postura de Caupolicán para enfrentar su condena fue
relata por el poeta Alonso de Ercilla, en su obra “La
Araucana”, de la siguiente manera: «No el aguzado palo
penetrante / por más que las entrañas le rompiese /
barrenándole el cuerpo, fue bastante / a que al dolor intenso
se rindiese / que con sereno término y semblante / sin que
labio ni ceja retorciese / sosegado quedó de la manera / que
si asentado en tálamo estuviera.»

Hurtado de Mendoza consideró que esta ferocidad iba a
aplacar la rebeldía de los indígenas, logrando así la
pacificación de la Región de la Araucanía, lo que resultó ser
una vana esperanza, porque de esta manera, Caupolicán se
convirtió para la posteridad, en el heroico defensor de la
libertad de su tierra.

La vida de este Toqui se encuentra mezclada con la leyenda
en el transcurso de la historia. Su nombre “Queupolicán” o
“Cupolicán”, fue cambiado por Ercilla a “Caupolicán”, siendo
adoptado más tarde por la generalidad de los historiadores,
los que a su vez difieren, para definir cuáles fueron
efectivamente sus cualidades y sus triunfos.

Lo que se sabe de cierto es que fue Cacique de Pilmaiquén,
un indígena de grandes fuerzas físicas y bastante fanfarrón,
aunque no desprovisto de valor. La leyenda cuenta que a la
muerte de Lautaro, el anciano cacique Colocolo reunió a los
otros caciques para elegir un Toqui, el que debía dirigir la
guerra contra los extranjeros invasores.

Pero, como todos se disputaban el mando y no hubo manera de
ponerse de acuerdo, se trajo a la reunión un pesado tronco de
árbol, conviniéndose en que aquel que lo sostuviera más
tiempo sobre sus hombros, sería elegido Toqui. A esta
competencia se presentaron siete caciques, entre ellos
Caupolicán.

Paicaví lo sostuvo seis horas; Elicura resistió nueve;
Purén, medio día; Ongolmo, más de medio día; Tucapel, catorce
horas; y Lincoyán alcanzó veinte horas. Cuando todos creían
victorioso a Lincoyán, se presentó Caupolicán, quien anduvo
un día y una noche con el pesado tronco a cuestas. Entonces
Colocolo anunció: ¡Con esfuerzo prodigioso, Caupolicán ha
vencido!

El autor de la Araucana describió a Caupolicán como: «Noble
mozo de alto hecho / varón de autoridad, grave y severo /
amigo de guardar todo derecho, áspero y riguroso, justiciero
/ de cuerpo grande y relevado pecho / hábil, diestro,
fortísimo y ligero / sabio, astuto, sagaz, determinado / y en
casos de repente reportado».

En su calidad de Toqui, Caupolicán atacó a las tropas de
Hurtado de Mendoza el 8 de noviembre de 1557 en Lagunillas,
lugar que corresponde a las lagunas de San Pedro en el río
Bio Bio. En la batalla se tornó peligrosa la situación de los
españoles, muriendo muchos de ellos, ya que habían sido
envueltos por los indígenas. Sin embargo, estos se retiraron
al anochecer, quedando la victoria indefinida para los
contendores.

También Caupolicán enfrentó al Gobernador en la batalla de
Millarapue, el 30 de noviembre del mismo año. Se cuenta que,
antes de entrar en combate, envió a decirle a Hurtado de
Mendoza que había dado muerte a Pedro de Valdivia, y que, de
la misma manera, acabaría con el invasor y lo desafiaba a un
combate personal.

En esta batalla se enfrentaron los indígenas con los
españoles desde el amanecer hasta las dos de la tarde, hora
en que los araucanos se retiraron a los bosques de la
Cordillera de la Costa, dejando a más de 700 muertos y
numerosos prisioneros, rechazando todas las proposiciones de
paz que Hurtado de Mendoza les hizo.

Tiempo después, Caupolicán, siguiendo el plan del indígena
Andresito, traidor por partida doble, intentó tomar el fuerte
de Cañete. Los defensores comandados por el Capitán Alonso de
Reinoso, y avisados por Andresito, desbarataron el ataque,
dispersando al enemigo por los alrededores.

Luego, una columna del ejército español cayó por sorpresa
sobre el lugar donde acampaba Caupolicán, cogiendo numerosos
prisioneros, entre los cuales se hallaba el famoso Toqui.
Todos ellos fueron llevados a Cañete. Entonces, Caupolicán
ofreció a los españoles, a cambio de su libertad, pactar y
devolver varias prendas de Valdivia que estaban en su poder.

Según la versión de Ercilla, Fresia mujer de Caupolicán,
viéndolo capturado, habría arrojado hacia él al pequeño hijo
de ambos diciendo: «Que yo no quiero título de madre / del
hijo infame del infame padre», aludiendo a su rendición. Este
relato del poeta no puede tenerse por completamente cierto.

Finalmente los ofrecimientos de Caupolicán no fueron creídos
por los españoles, condenándolo a morir empalado. Pese a
esto, el jefe indígena conservó su serenidad y luego afrontó,
tranquila e inalterablemente su suplicio. Curiosamente, el
episodio más conocido de la vida de Caupolicán es su muerte.

Por somosfutrono

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