CHEYRE Y EL ARTE DEL BIRLIBIRLOQUE

Cada día son más las personas que dicen no ver noticias ni
leer diarios, especialmente entre la gente joven, en parte
porque las redes sociales los mantienen «on line» en los
temas que les interesan, y en parte, porque lo que se dice en
los medios de comunicación tradicionales, además de ser poco
halagüeño, parece no importarles…, «no están ni ahí».

Distinta es la situación que afecta a quienes siguen «con
pelos y señales» la contingencia para saber lo que ocurre o
puede ocurrir en nuestro entorno político social. Pero este
grupo, a pesar de la noble motivación que lo inspira, ha ido
perdiendo capacidad de asombro y ya nada lo impresiona,
excepto lo inagotable de la vertiente que alimenta el caudal
de los escándalos públicos a nivel nacional. Lo más que se
dice es…. «¿Y acaso te impresiona?» o «¡qué más se podía
esperar de…!» Así se suceden hechos y cosas, con una
velocidad de vértigo y abismante obsolescencia… Lo que hoy es
titular de los diarios, mañana solo sirve para envolver
pescado en la feria. Maestros de las comunicaciones se
encargan de mantener un ritmo difícil de seguir.

Alguien señalaba que, por arte de birlibirloque, el «caso
Cheyre» desapareció de los medios de información, con la maña
con que un mago esconde un conejo en su sombrero. Hábil y
diestramente, una «mano mora» logró sacar del tapete
comunicacional un hecho tan grave como el sometimiento a
proceso y la privación de libertad de un ex Comandante en
Jefe del Ejército.

Para el mundo político nada mejor que el silencio con que se
ha querido encubrir el caso, porque ello les permite
mantenerse en la comodidad y abundancia de sus zonas de
confort. A pesar de que se ha… «estirado la cuerda» a niveles
insospechados, no ha habido reacción alguna… ¡Qué
tranquilidad! Distinta es la situación desde el punto de
vista de los militares: se ha afectado la máxima autoridad
del Ejército, y a partir de esta realidad, cualquier cosa
puede suceder.

Este mutismo comunicacional advierte a gritos a las Fuerzas
Armadas que la situación, así como se está desenvolviendo,
hace impredecible el futuro para ellas, hiere la dignidad
militar, debilita el orden institucional y amenaza gravemente
la seguridad nacional.

Lo que no extraña es lo que le pasó a Cheyre, en lo personal.
A él le sucedió lo que a la rana que creyó ingenuamente en el
escorpión y aceptó cruzarlo a la otra orilla del río. En su
detención, el general debe haber escuchado en su interior, a
aquellos que tanto lo ensalzaron, decirle «no pudimos
evitarlo…, es nuestra naturaleza».

Sí extraña, en cambio, la tenue reacción de la propia
institución afectada, la nula acción de los políticos ante
una provocación tan grave como esta, la candorosa pasividad
de todos aquellos que en privado quiebran lanzas defendiendo
a los militares y de todos aquellos que, pudiendo decir algo,
han preferido mirar para el lado.

De pronto pienso que, sin habernos dado cuenta, el país ha
llegado a presentar evidentes síntomas del «Síndrome de
Estocolmo», que hace a la víctima (en este caso la oposición
y la gran mayoría de este país) tratar de cumplir los deseos
de sus opresores, cayendo en una especie de relación
sado-masoquista con sus impíos verdugos (léase la Nueva
Mayoría), autopresentados como benefactores.

CRISTIÁN LABBÉ GALILEA

Por somosfutrono

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