En la ciudad de Chillán nació el 9 de agosto de 1901, la
novelista Marta Brunet Caraves, a quien le fue otorgado el
Premio Nacional de Literatura en 1961, en reconocimiento a su
larga producción literaria, convirtiéndose así, en la segunda
mujer en conseguir esta distinción, luego de Gabriela
Mistral.

Brunet fue hija única del matrimonio de agricultores de la
Región de Malleco. En el fundo de sus padres transcurrió su
niñez, siendo educada por profesores particulares
especialmente contratados para ese efecto. Luego, vivió en
Victoria, donde estudió en un colegio de religiosas hasta
1912, cuando como muchas jóvenes de su entorno, tuvo ocasión
de complementar su formación con un viaje a Europa, pero una
vez iniciada la Primera Guerra Mundial, regresó a Chile.

Entonces, la familia se instaló en Chillán, donde Brunet
integró un grupo de aficionados, y comenzó a escribir poesía,
que publicó en el diario local «La Discusión». Desde sus
primeras publicaciones recibió sólo elogios de los mejores
críticos.

A los 20 años de edad, en 1921, le envió unos poemas al gran
crítico «Alone», Hernán Díaz Arrieta, quien le aconsejó más
bien el camino de la prosa. Al cabo de un año le hizo llegar
los originales de una novela y en 1923 publicó «Montaña
Adentro», que causó sensación en el mundo literario.

En 1925 obtuvo el primer lugar en el concurso de cuentos,
organizado por el periódico El Mercurio. Al año siguiente,
publicó «Bestia Dañina» y «Don Florisondo». Simultáneamente
ejerció el periodismo, colaborando con los diarios: La
Discusión de Chillán, El Sur de Concepción y La Hora, La
Nación y El Mercurio de Santiago.

Se vino a Santiago a los 27 años de edad y luego de seis
años, una vez instalada en la capital en 1934, fue nombrada
directora de la revista editada por Zigzag, titulada
“Familia”. También fue designada presidenta del Instituto de
Periodistas, más tarde directora de la Sociedad de
Escritores, a la que le siguió el Pen Club y la Alianza de
Intelectuales.

En 1933 recibió el «Premio Novela» de la Sociedad de
Escritores de Chile.

En 1940 el Presidente de la República, Pedro Aguirre Cerda,
la designó Cónsul Honorario en La Plata y en 1943 fue
ascendida a Cónsul Profesional. Sacada del servicio
diplomático, en el gobierno de Carlos Ibáñez del Campo,
volvió a Chile en 1952, y continuó su trabajo intelectual.

Una enfermedad a los ojos la dejó prácticamente ciega,
entonces viajó a España, donde fue operada y se quedó
viviendo por dos años en el viejo continente. A su regreso,
en 1961, le otorgaron el Premio Nacional de Literatura. Al
año siguiente su ciudad natal la declaró «Hija Ilustre» y le
reservaron un lugar en un monolito construido por la
Municipalidad, para honrar a los mejores hijos de esa tierra
sureña.

En 1963, durante el gobierno del Presidente Jorge Alessandri
Rodríguez, fue designada Agregada Cultural en Brasil, y dos
meses más tarde ocupó el mismo cargo en la Embajada de
Uruguay. Alternó sus actividades oficiales con la
colaboración en revistas y diarios argentinos, cubanos,
peruanos y colombianos.

Pero en 1967, fue designada Miembro de Honor de la Academia
de Lengua Uruguaya y el 27 de octubre, improvisando un
discurso de incorporación y agradecimiento; emocionada como
estaba no alcanzó a concluir su intervención, ya que, en
medio de ella, se desplomó muerta; tenía 66 años de edad.

Lo tuvo todo para triunfar; oficio y ámbito. Su aporte
feminista trajo a la novela un aire nuevo, oloroso a campo, a
gente muy vital. Cultivó de preferencia la novela corta y el
cuento, abordando temas campesinos. A su muerte nos dejo en
su biblioteca obras como: Bestia Dañina, Bienvenido; María
Rosa, Flor del Quillén, Aguas Abajo, Reloj del Sol, Aleluyas
para los más chiquititos, María Nadie, Amasijo, entre otras.

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