Por Pablo Errazuriz

En los años 20 del siglo pasado, antes que emergieran los totalitarismos que asolaron Europa, el filósofo español José Ortega y Gasset escribió un libro profético de los dramáticos acontecimientos que se sucedieron en las décadas siguientes; “La Rebelión de las Masas”. Señala Ortega; “Hoy asistimos al triunfo de una hiperdemocracia en que la masa actúa directamente sin ley, por medio de materiales presiones, imponiendo sus aspiraciones y sus gustos”. “El creerse con derecho a tener una opinión sin previo esfuerzo para forjársela, manifiesta la pertenencia al modo absurdo de ser hombre que he llamado, masa rebelde.» “La persona se encuentra con un repertorio de ideas dentro de sí. Decide contentarse con ellas y considerarse intelectualmente completa.” ”El hombre-masa se siente perfecto.”Bajo las especies de sindicalismo y fascismo aparece por primera vez en Europa un tipo de hombre que no quiere dar razones ni quiere tener razón, sino que, sencillamente, se muestra resuelto a imponer sus opiniones.”

La Europa que describe Ortega ha sido testigo desde 1930 a 1990, de ríos de sangre y sufrimiento que condicionan a los europeos de hoy, a ser bastante más cautos y respetuosos del bien común general, cultivando la virtud de la empatía, que condiciona a cada uno ponerse en el lugar del otros, y así evitar que se repitan los horrores de las guerras mundiales y genocidios que marcaron al mundo de siglo XX.

Esa descripción de Europa de 1924 que hace Ortega, evidentemente no coincidía con nuestra realidad social de esos años, cuando Chile era prácticamente una sociedad cuasi pastoril en lo económico, y cuasi feudal en lo social. Para bien o para mal (creo yo más para bien), nuestra sociedad ha evolucionado y el fenómeno que describe Ortega tiene bastante parecido con nuestra realidad social y política contemporánea latinoamericana y chilena.

Los beneficios de una sociedad más abierta, más participativa traen como consecuencia una actitud más indolente hacia los beneficios que brinda la sociedad, pensando que aquello siempre va a existir, como el aire que respiramos. Al decir de Ortega, hoy para nuestra sociedad, vivir es no encontrar limitación alguna, por lo tanto, abandonarse tranquilamente a sí mismo. Prácticamente nada es imposible, nada es peligroso y, en principio, nadie es superior a nadie. Esto, que muchos califican positivamente y con simpatía como “el empoderamiento” de los chilenos, tiene su dramático aspecto negativo: es la causa basal de los regímenes populistas en un principio y totalitarios al cabo. Los mismos comúnmente llamados “movimientos sociales” responden a un derroche desordenado de energía que en algunos casos pretende sustituir las instituciones políticas que son “los carriles” que la sociedad se ha dado para hacer fluir el dialogo y confrontar las opiniones diversas. Penosamente, vemos a quienes han sido elegidos como delegados del pueblo, renunciar al liderazgo y seguir el rastro a estos movimientos sociales para decir lo políticamente correcto del momento.

¿Cómo hacemos para que este exceso de entusiasmo e implícita arrogancia existencial no sea la causa de los traumáticos acontecimientos que sucedieron a “los años locos” de principios del siglo XX en Europa? ¿Será una fatalidad repetir la historia trágica de Europa?

El sistema democrático confiere a sus partícipes, el sacrosanto derecho a enjuiciar los acontecimientos a través del voto y/o de la pertenencia a organizaciones políticas que influyan en el devenir de la República. Pero ese derecho a enjuiciar a través del voto y participar en grupos de opinión o de presión, impone implícitamente obligaciones que hagan posible el ejercicio de enjuiciar: La obligación de informarse, de ilustrarse, de reflexionar. Todo ello para tener un juicio crítico pero fundado sobre los fenómenos y acontecimientos y no en ficciones o entelequias ideológicas. Inteligencia es saber escoger discernir, leer entre líneas.  La inteligencia es condición de la democracia.

El adherir a lemas, consignas, eslogan y liderazgos mesiánicos, no es propiamente un enjuiciamiento de la realidad. Por el contrario es sustituir el enjuiciamiento por verdaderos comodines que sustituyen la inteligencia y terminan por suprimirla. El eslogan es un envoltorio para ocultar el contenido. La verdad manipulada, es verdad a medias y la verdad a medias es mentira a medias.

Jean Francois Revel, filósofo francés sostenía: la democracia se suicida si se deje invadir por la mentira, el totalitarismo si se deja invadir por la verdad. ¿Seremos testigos del suicidio que habla Revel?

Por somosfutrono

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