El Gobernador del Reino de Chile Antonio de Acuña y Cabrera
fue restituido en su cargo por el Cabildo de Santiago y la
Real Audiencia el 2 de marzo de 1655, luego que éste había
sido destituido por el Cabildo de Concepción, como
consecuencia de su participación en el levantamiento de la
Araucanía.

A pesar que el nuevo inicio de la Guerra de la Araucanía
provocó el abandono y destrucción de muchos fuertes y el
completo desamparo de inmensas zonas, con una pérdida
cuantiosa de vidas humanas, fundos y animales; las
instituciones que restituyeron a Acuña y Cabrera, hicieron
prevalecer el concepto que la autoridad del Rey, era la única
que podía designar y deponer a sus funcionarios.

Cabe señalar que el Gobernador inicialmente fue designado en
su cargo por el virrey del Perú, cinco años antes, en 1650,
llegando en mayo de ese año a Concepción. Luego, en enero del
año siguiente, celebró el Parlamento de Boroa con los
indígenas, quienes a través de las negociaciones efectuadas
por Acuña y Cabrera, se comprometieron a mantener la paz y
permitir la evangelización.

Sin embargo, este acuerdo fue roto por los “cuncos” ese
mismo año, en marzo de 1651, al atacar a los sobrevivientes
del navío “San Jorge”, que naufragó cuando se dirigía a
Valdivia. Frente a este hecho la población le exigió al
Gobernador emprender una campaña ejemplarizadora en la zona
sur del territorio, pero los jesuitas le aconsejaron tomar
con calma la situación, para evitar reiniciar una guerra.

Sin embargo, la presión ejercida por sus cuñados Juan y José
de Salazar y amigos ambiciosos, llevó al Gobernador a romper
el compromiso que tenía con los indígenas, pues un nuevo
conflicto le permitía a sus familiares obtener indígenas
esclavos aptos para la venta. Así fue que organizó una
expedición comandada por el Maestre de Campo General Juan de
Salazar, cargo que le fue proporcionado por su propio cuñado,
el gobernador.

Así, el 11 enero de 1654, se encontraban frente al río Bueno
las fuerzas españolas y las indígenas. Entonces Salazar
ordenó hacer un puente de balsas, para llevar las tropas al
lado en que se encontraban sus contrincantes. Las primeras
compañías que intentaron pasar el río fueron rodeadas y
destruidas completamente.

Enfrentado a esta situación, Salazar ordenó apresurar el
paso de las tropas, pero este mayor peso no fue resistido por
las balsas, provocando una catástrofe total para las fuerzas
españolas, y los pocos soldados que se salvaron debieron huir
hacia el norte. A su regreso a Concepción, Juan de Salazar
fue sometido a sumario, pero las influencias de su hermana,
quien dominaba al gobernador, permitieron que Salazar fuera
absuelto y felicitado.

Una vez reorganizadas las fuerzas españolas, después de la
derrota en Río Bueno, José de Salazar fue nombrado jefe del
Fuerte de Nacimiento. En este cargo y con 200 buenos soldados
que ya habían soportado un asalto, lo encontró el alzamiento
general de los indígenas del 14 de febrero de 1655, en el
área comprendida entre Osorno y el río Maule.

El miedo lo dominó y en vez de permanecer en el fuerte como
se lo sugirieron sus subalternos, decidió embarcarse en una
gran balsa y dos lanchones por el río que apenas llevaba
agua, razón por la cual, frente a Santa Juana las
embarcaciones encallaron.

Inmediatamente fueron atacados por los indígenas por ambos
costados, pero los españoles apretujados en las 3
embarcaciones no pudieron defenderse. Sin embargo, el
desastre no terminó ahí, porque la pólvora se incendió y
quemó a varios de ellos. De hecho, ninguno sobrevivió.

A su vez, al gobernador, el alzamiento indígena lo encontró
en Buena Esperanza con tropas, víveres y municiones como para
soportar una larga lucha. Pero también decidió refugiarse en
Concepción, llevando una columna de más de 3 mil soldados,
religiosas, mujeres y niños. Por esta razón, su cuñado
Salazar no pudo desembarcarse en este lugar, que
primitivamente era su intención.

Cabe consignar que Acuña y Cabrera abandonó a su gente
frente al temor de enfrentar a los indígenas, y llegar cuanto
antes a Concepción. Por lo tanto, la población de esta ciudad
lo culpó a él y a sus cuñados de la sublevación y decidieron
realizar un Cabildo Abierto el 20 de febrero de ese año,
donde se pidió la deposición del Gobernador.

También la casa de Acuña y Cabrera fue atacada por la
multitud, razón por la cual, el Gobernador buscó refugio en
el Convento de la Compañía de Jesús junto a sus cuñados.
Entonces los vecinos designaron como su sucesor a Francisco
de la Fuente Villalobos, decisión desaprobada por el Cabildo
de Santiago y la Real Audiencia.

Ante esta situación, el Virrey del Perú le solicitó a Acuña
y Cabrera que viajara al Perú junto a su familia. Sin
embargo, el Gobernador se negó en reiteradas ocasiones. En
vista de ello, el Virrey procedió a nombrar como Gobernador
interino a Pedro Porter Casanate, quien lo obligó a irse al
Perú.

En la Real Audiencia de Lima se iniciaron sendos procesos
contra Acuña y Cabrera, los hermanos Salazar y quienes
depusieron al Gobernador, pero la influencia de la familia
del gobernador en Madrid logró poner fin al procedimiento,
reconociéndose incluso el derecho de éste a pedir una
indemnización por los daños que se le hubieren causado. Sin
embargo, Acuña y Cabrera murió en Lima, durante el juicio de
residencia en 1662, a la edad de 65 años.

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