En la Sierra peruana los días 9 y 10 de julio de 1882, en el
pueblo de La Concepción, una aldea rodeada de cerros con
frente al río Jauja, se desarrolló el Combate de La
Concepción, considerado como uno de los hechos más heroicos
de la Guerra del Pacífico.

En ese lugar se encontraba la 4ª Compañía del Batallón
Chacabuco 6º de Línea, desde el 6 de julio. La guarnición
completa de este regimiento estaba compuesta por 77 jóvenes
entre 16 y 18 años de edad, al mando del Teniente Ignacio
Carrera Pinto, recién ascendido a Capitán y nieto del general
José Miguel Carrera Verdugo.

Nueve de estos hombres se encontraban con tifus.
Adicionalmente, acompañaban a los soldados dos mujeres que
servían funciones domésticas; una en avanzado estado de
gravidez y la otra con un hijo pequeño de 5 años de edad.

Las tropas peruanas, estaban al mando del Coronel Juan Gastó,
y se componían de 300 hombres de línea y alrededor de mil 500
indígenas, estos últimos al mando del Comandante de
Guerrillas Ambrosio Salazar. A las dos de la tarde del día 9
de julio los peruanos comenzaron a coronar los cerros
próximos al pueblo. Momentos más tarde, una masa de
indígenas, con fuertes alaridos, se precipitó por la quebrada
y los caminos que llevaban al pueblo.

Los chilenos acudieron rápidamente a cerrar las cuatro
entradas de la plaza, donde contuvieron el primer ataque. Las
entradas fueron defendidas hasta que cayó la tarde. En ese
momento se replegaron al cuartel. Rodeado el Chacabuco por
fuerzas enormemente superiores, obligaron a Carrera Pinto a
mandar por ayuda. Los voluntarios fueron el Sargento Silva y
dos soldados, que con fuerza lograron romper la primera línea
enemiga, pero sucumbieron a las siguientes.

El Coronel Gastó, al darse cuenta que esto sería un
derramamiento de sangre innecesario, y sabiendo que era
imposible la victoria chilena, envió un mensajero que pedía
la rendición a la tropa a cambio de perdonarles las vidas. A
lo que Carrera Pinto en el mismo papel respondió:

«En la capital de Chile y en uno de sus principales paseos
públicos, existe inmortalizada en bronce, la estatua del
prócer de nuestra independencia, el General José Miguel
Carrera, cuya sangre corre por mis venas; por cuya razón
comprenderá usted, que ni como chileno, ni como descendiente
de aquel, deben intimidarme ni el número de sus tropas, ni
las amenazas de rigor. Dios guarde a usted.
Ignacio Carrera Pinto»

Las tropas peruanas aprovechando el encierro de los chilenos,
procedieron a prender fuego al refugio. Obligados por la
humareda,
la tropa respondió saliendo bayoneta al frente a repeler el
ataque, dando tiempo a sus compañeros a sofocar el incendio.
En una de las muchas cargas hechas por el Chacabuco, Carrera
Pinto siguió a los atacantes hasta un costado de la plaza,
pero al replegarse al cuartel junto a los suyos, una bala
cortó su vida de golpe.

Los pocos chilenos vivos aún, corrieron a buscar el cuerpo
sin vida de su jefe, trasladándolo al cuartel. Este echo,
lejos de desmoralizar a los jóvenes soldados, con los ojos
llenos de rabia y dolor, se juraron morir por Chile, al igual
que su Teniente. Entonces, tomó el mando el Subteniente
Montt, el cual, en una de las cargas sufrió la misma suerte
de su superior.

Quince horas de encorazada resistencia mantenían los pocos
chilenos que quedaban, habían muerto muchos, sólo vivían
Arturo Pérez Canto, el Subteniente Luis Cruz Martínez y ocho
soldados, que parapetados tras el marco de piedra del
pórtico, cubrían con sus cuerpos a las dos mujeres y al
niño.

El fin se acercaba, ya poco se podía hacer. El oficial, junto
a sus soldados decidieron salir pecho al frente en la ultima
carga lanzada por los Chacabucos. Entonces, bayoneta al pecho
atacaron de frente a las montoneras. El combate había
terminado, los valientes del Chacabuco murieron despedazados,
al igual que las mujeres, el niño y el recién nacido la noche
del combate.

Pocas horas después de finalizado el sangriento combate,
llegaron a La Concepción las tropas del Coronel Estanislao
del Canto Arteaga, las cuales no podían dar crédito a lo que
veían. Repartidos por el pueblo, estaban los cuerpos de los
77 valientes Chacabucos, despedazados.

El teniente Ignacio Carrera Pinto, había sido ascendido a
Capitán, buena nueva que le llevaba el Coronel del Canto. Así
pues se le cosieron al uniforme los nuevos galones y sobre su
pecho se extendió el jirón que quedaba de la bandera del
cuartel.

Al ser imposible traer los cuerpos a Chile, se ordenó sacar
los corazones de los valientes oficiales, enterrar sus
cuerpos en la iglesia del pueblo, procediendo luego a
quemarla, para evitar la profanación de los cuerpos por parte
de los enemigos.

Los corazones de estos bravos chilenos, se encuentran hoy en
la Catedral de Santiago, en un pequeño monolito que recuerda
a los hijos de la patria, que sobreponiéndose a todo, dieron
su vida por su país.

La valentía demostrada por ese grupo de chilenos, que mantuvo
heroicamente alzada nuestra bandera en el combate de La
Concepción, hizo que este día fuera establecido como el día
oficial de nuestro emblema patrio.

Pero solo en 1974 se oficializó la fecha 9 de julio, según
Decreto Supremo del 1 de julio de ese año, bajo el gobierno
del General Augusto Pinochet Ugarte, institucionalizando este
día, como: «El Día Oficial de la Bandera Nacional».

También se eligió el 9 de julio para celebrar la tradicional
ceremonia del Juramento a la Bandera, donde los nuevos
Cadetes, Dragoneantes y Conscriptos, como también los nobles
Oficiales y Suboficiales, prestan su juramento de fidelidad a
la patria.

Por somosfutrono

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